Cuando estaba en la universidad suponía que lo mío era la Filosofía, pero, en el último año de estudio, en la universidad alguien tomó una decisión que cambió mi futuro profesional. Nos dieron un curso obligatorio de lo que en su momento se llamaba “informática Educativa”; debo decir que tomé ese curso bajo protesta, al fin y al cabo yo tenía pretensiones ser un filósofo y, como todo filósofo de los años 90 yo odiaba las computadoras, las odiaba, en realidad sin conocerlas, pero este prejuicio en aquellos tiempos colaboraba a darte un perfil intelectual. De hecho, mi tesis de licenciatura, fue sobre “Pasado, presente y futuro en el uso de computadoras con fines educativos”.